domingo, 20 de septiembre de 2009

Las instalaciones 30 años obsoletas

Hacinamiento, violación constante de los principios básicos de la territorialidad (algo muy importante en los canes). Reclusión prolongada, frio, humedad, suciedad, resbalones, precariedad en la seguridad de los recintos, ausencia total de confort y de sentimiento de protección son en resumen las circunstancias que rodean a los abandonados, maltratados y desafortunados animales que llegan a las instalaciones municipales:
En detalle:
( en la foto contigua jaulas de pared en desuso desde el año 2000)
- Las jaulas (o boxes) donde permanecen encerrados los animales son pequeñas, frías, y a pesar de ser regadas con agua a presión (normalmente con los animales dentro), suelen estar alfombradas por heces y orina. Aunque supongan un techo, las paredes no permiten una temperatura de confort y menos en las condiciones especiales de la ladera de la montaña de Collserola (una media en invierno de 6-8º C. con una humedad relativa que supera el 70%). No es extraño encontrar capas de hielo en los boxes y en los accesos. Los cubículos de descanso presentan los perfiles roídos y carecen de elementos textiles o aislantes que los hagan cómodos o cálidos. Cuando los voluntarios los proveen, éstos quedan inutilizados al empaparse y en pocas horas los animales vuelven a tener que sufrir el frío cemento. Las jaulas cuentan con un número pero no con los nombres de los perros. Aquí los animales ni si quiera tienen nombre y si lo tienen lo saben unos pocos que suelen ser quien se lo ha puesto. La desinformación sobre las características de los canes es total. No hay manera de saber el grado de sociabilidad de cada perro con respecto a sus congéneres o con respecto a los humanos. Sacarlos de las jaulas para proporcionarles un breve paseo resulta una aventura no exenta de riesgo para el voluntario y para el animal. Las puertas metálicas deformadas por las inclemencias del tiempo o los esfuerzos de los animales angustiados se remiendan aumentando los elementos cortantes.
- Existen cuatro zonas de jaulas: una línea frontal que da al Este, en las que se acumulan hasta media docena de perros. Una zona posterior más aislada que da al Oeste, en la que los ingresados tienen menos estímulos. Y la más grande, en la que las jaulas se suceden consecutivamente y enfrentadas creando dos pasillos estrechísimos en los que la deambulación de los animales resulta altamente estresante. Los perros que permanecen en la jaula y los que recorren esa estrecha franja necesariamente se desafían con agresividad pues supone una grave y recíproca violación del territorio. Perros potencialmente peligrosos comparten zona con canes atemorizados o de naturaleza sumisa que ven acrecentados sus temores. Las jaulas pequeñas, las más numerosas albergan canes de diversos tamaños. Las grandes son escasas aunque son los perros de mayor tamaño los que sufren mayor porcentaje de abandonos. La sobreocupación es la tónica general, el hacinamiento es la norma, pero las consecuencias no son pocas siempre en detrimento de la salud de los animales, los voluntarios y los trabajadores.
- El patio, donde algunos pocos animales pueden estirar las patas, es muy pequeño y está delimitado en algunos lados por placas de plástico ondulado de afilado perfil que los perros más ansiosos insisten en roer. Las mallas metálicas recluyen al animal pero son franqueables en su límite inferior y superior sobre todo en situación de estrés.
- Los utensilios para el paseo, por su escasez o mal estado, suelen ser proveídos altruistamente por los voluntarios. Un armario desordenado en la central de admisiones recoge piezas desvencijadas e inútiles. Los GPP, que son perros llamados potencialmente peligrosos, legalmente deben llevar bozales preventivos en sus paseos. Se hace difícil, cuando no imposible, encontrar elementos íntegros con los que cumplir la normativa.
- Se carece de una zona adecuada de higiene donde poder librar al animal de los nudos en el pelo, las uñas largas o la simple suciedad. Tampoco se cuenta con los productos, cepillos, tijeras, rasuradoras y material requerido. El mal aspecto de algunos de los internos redunda en su inadoptabilidad.
-Para bajar al paseo hay que descender por unas escaleras metálicas resbaladizas, cortantes en sus cantos y oxidadas. La vacunación contra el tétanos se hace imprescindible. Que el único acceso a las instalaciones sea éste, viola los más rudimentarios principios de la accesibilidad.
-La zona de asignación de perros cuenta con un agujero de medio metro tapado burdamente por una plancha metálica combada. El pavimento de toda el área es sumamente resbaladizo y al ser zona de tránsito de todos los animales suele aparecer minada por las heces y orinas que los canes no hayan hecho en sus propias jaulas o no puedan retener para minutos posteriores.
-Otro pequeño patio junto a las instalaciones administrativas cuenta con hueco suficiente para que escapen los perros, en principio se puede temer por la seguridad de los mas pequeños pero incumbe a perros de más de 40 centímetros de cruz. Su uso está restringido y no permite ser un desahogo habitual para el inabarcable objetivo de confortar a todos los internos. ( En la foto, la zona enfocada es un agujero en la malla por el que pueden escapar y caer los animales)
-La obligación de recoger las heces de los canes es de difícil cumplimiento por carecer de bolsas recolectoras y contenedores donde depositarlas una vez usadas. Tampoco ayuda la naturaleza líquida de muchas de ellas.
-El espacio de paseo es público, abierto al tránsito rodado, con lo cual hay que apartarse constantemente por vehículos que constantemente lo recorren, algunos a altas velocidades. La unidireccionalidad del recorrido provoca cruces frontales de los perros que van, con los que vienen con su correspondiente pico de tensión. El sobreesfuerzo que tienen que realizar los voluntarios para prevenir los envites redunda en la limitación de su eficacia y disponibilidad.
- No hay espacios sombreados donde sentarse y descansar, atendiendo al animal individualmente por unos minutos. No hay espacios de asueto controlado que permita liberarles por momentos de elementos que restringen su libertad.
-Cuando llueve los perros no salen, por que mojarse podría ser causa de enfermedad para ellos. Se carece de espacio cubierto de ejercitación, juego y paseo. En estas latitudes las lluvias suelen sucederse varios días consecutivos. No hay ningún lugar resguardado donde los voluntarios puedan compensar con juegos y actividad la falta de paseo.
- La disponibilidad de una única salida del área de perros provoca: acercamientos peligrosos entre canes cuando se produce la máxima afluencia de voluntarios. La acumulación de deposiciones por la natural incontinencia de los perros una vez liberados de las rejas (en su defecto el suelo permanece mojado o con el obstáculo de las mangueras de riego), momentos de máxima tensión complicados cuando hay visitas inexpertas que entorpecen el acceso. No digamos cuando hay menores visitantes.

No es extraño que los padres lleven a sus hijos o a elegir un perro o a que vean qué es la "perrera". El lamentable espectáculo además de emocionante indigesto y potencialmente traumático, físicamente también es peligroso pues los tirones y los empujones son habituales en los ansiosos perros, sobretodo en los más grandes. No existe una edad mínima para acceder al centro. Resulta alarmante ver bebés de meses en brazos de sus progenitores visitando el lugar como si fuese una Avenida.

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