viernes, 18 de diciembre de 2009

Penas a inocentes




A pesar de que los delincuentes son otros el castigo se los llevan las mascotas. Al CAAC llegan algunos animales en unas condiciones penosas que consiguen que parcialmente nos alegramos de que arriben a las deficientes instalaciones. La deplorable situación de algunos perros, gatos, y otros seres vivos potencialmente considerados como animales de compañía, nos hacen avergonzarnos de la pertenencia al género humano. Cuesta mucho imaginar qué pasa por la mente de personas que negligen el cuidado de las mascotas hasta el punto de abandonarlas en su ancianidad, en la enfermedad o simplemente desatendiendo sus mínimas necesidades. Sucias, con uñas larguísimas, con dificultad en la deambulación, con un miedo paralizante o con una impactante expresión de sumisión y pena, no todas llegan a sobrevivir o a recuperarse. No es cuestión de neuronas o falta de empatía, es cuestión de no haber perdido la capacidad de horrorizarse.
A veces pasa tiempo desde que llega al CAAC el animal y es cuidadosamente reconocido por un profesional cualificado. A veces son los voluntarios los que descubren en una esquina un ovillo de pelo donde el registro para los voluntarios sitúa una jaula vacía. Un ser anónimo (que no dejará de serlo oficialmente hasta que alguien lo adopte) que no entiende absolutamente nada. Un pequeño ser al que se le niegan los derechos que son inherentes a una existencia con sentimientos. Unos sentimientos que no han sido adecuadamente despertados en los humanos ni en las instituciones.
Con suerte, y si las ganas de vivir les acompañan. los tratamientos veterinarios, los acercamientos cuidadosos y los paseos casi diarios con compañeros peludos (o no) pueden obrar el milagro. Comerá si tiene dientes, soportará manguerazos si el de turno está de mala leche, se secará cada día si la humedad ambiental lo permite, tiritará de frío como único modo de calentarse, se acercará a su desafortunado compañero buscando un mínimo consuelo. Si el miedo no lo atenaza, ni la diarrea lo debilita soportará el paseillo entre las fieras hasta la puerta de la libertad. La micro libertad de la correa llevada por el voluntario apresurado o el novato de turno.


Pasará muchas horas preguntando por su delito sin comprender que no tiene derecho ni a un abogado ni tiene idea de la duración de la condena.