sábado, 3 de abril de 2010

Perdiendo posibilidades


Nos cuenta un compañero lo siguiente: "Esta mañana, 1 de abril de 2010, ha subido una chica con su padre a la perrera. Con una sonrisa y buen ánimo me ha preguntado si podía subir para ver los perros y que aprovecharía para hacerse voluntaria. Le he comentado que el responsable de voluntariado no estaba (como de costumbre) pero que si quería subir para ver los animales tenía que preguntar en la oficina de administración. He subido ha dejar el perro que acababa de pasear y al bajar todavía estaban esperando. Llevaban un buen rato y quien tenía que atenderles estaba al teléfono. Cuando he vuelto de pasear otro par de perros, he visto al padre y a la hija que bajaban la rampa. Con la mejor de las intenciones, agradecido por su interés, les he preguntado:" ¿Qué? ¿Ya los habéis visto? Y ella me contesta: Sí, pero me ha afectado mucho -con lágrimas en los ojos-. Le comento que se tranquilice porque al principio es duro pero que cuando lleve un tiempo ya se acostumbrará y ella me contesta. Sí, pero he visto perros temblando, sucios, ladrando y me ha dado mucha pena... Le afirmo con la cabeza. Tras un breve silencio. Le comento que si ha preguntado por la posibilidad de hacerse voluntarios y me ha dicho que sí, pero como no estaba el responsable tenían que venir otro día. Al final, como la he visto muy afectada no le hecho más preguntas y me he despedido con un... "¡Espero veros por aquí, eh!" Me parece que será una de tantas personas más, que vienen ilusionados y que se van sin ser informados, y encima traumatizados".
Cuando aún no está garantizado que todos los perros salgan cada día, cuando las párvulas estadísticas demuestran que un tanto por ciento muy reducido de personas hacen la mayor parte de la tarea de paseo, cuando el caos en el registro de salidas y la falta de respeto de las normas se incrementan...
Cuando más falta hace el buen trabajo, no hay ni trabajo.