martes, 22 de diciembre de 2009

Cuento de Navidad en la perrera

Escrito por: Estrella Cardona Gamio el 21 Dic 2009.

Andersen escribió un cuento titulado El abeto que describe magistralmente las dos caras de la Navidad, la alegría de los preparativos con el entronizamiento del abeto en su mayor día de gloria, cuando después de arrancarlo del bosque se le traslada con todos los honores a un hogar confortable y cálido en donde es recibido con grandes demostraciones de afecto, los niños bailando a su alrededor, los adornos le engalanan, y los regalos que completan la escena, las canciones, la felicidad en suma. La otra cara no es tan risueña; termina la Navidad y el abeto es desposeído de sus oropeles y arrojado fríamente a la leñera en donde sólo le espera un destino no precisamente halagüeño. Lo más patético es que el abeto tiene sentimientos y se pregunta sin comprender por qué después de tanto cariño todos le han olvidado, a él le quedan unos recuerdos muy bonitos que finalmente arderán en la chimenea la siguiente Navidad frente a un nuevo e ignorante abeto.
Este es el cuento de Andersen, que, cambiando el personaje, se repite cada año en muchos hogares con la adquisición de un perrito que se regala a los niños de la casa. El animalito es el rey durante unos meses, mientras crece hasta perder toda su gracia de cachorro, para entonces ya ha llegado el verano y con el verano vienen otra clase de diversiones y el gracioso perro empieza a ser un estorbo porque no lo aceptan en los hoteles y en los apartamentos playeros puede molestar con sus ladridos, ¿algún familiar está dispuesto a acogerlo?, pues no, dado que ellos también marchan de vacaciones. ¿Qué hacer con el problema entonces? Una guardería perruna es demasiado cara, y por otra parte el animal ya se ha convertido en un engorro porque hay que sacarlo a pasear, hay que llevarlo al veterinario para las vacunas anuales, si es hembra hay que castrarla por si acaso, en un despiste, nos llena la casa de perritos. Vaya, mogollón de trabajo y no están los tiempos para perder horas y dinero recibiendo a cambio cuatro carantoñas perrunas. La solución se impone, una solución “razonada”: como el chucho es un incordio se le abandona, después de todo es un perro, y los animales, ya se sabe, se apañan enseguida, alguien lo recogerá. Y efectivamente, lo recogen y acaban en la perrera municipal, en este caso la simbólica leñera del cuento.
Pero el que ahora estoy escribiendo no es un cuento, es una triste realidad a la que nadie pone fin.
No compréis perros en Navidad, no los regaléis, id a las perreras de vuestras comunidades y adoptad uno que, si pudiera hablar, os contaría su triste historia de cachorro que fue juguete favorito durante unos meses para convertirse luego en un engorro y acabar en el infierno de una perrera, adoptadlos y sed consecuentes y responsables con ellos, porque si todos necesitamos amor, ellos también lo requieren.
Y para concluir citaré el fragmento de una comunicación que me ha llegado:
"Ahí pueden vivir los animales, apelotonados (especialmente en verano), sin calefacción, con mucho frío y mojados por los manguerazos de los cuidadores cuando limpian las jaulas. Pero afortunadamente la comida no les falta, y los veterinarios son buenos, aunque no dispongan de un equipo como Dios manda para hacer su trabajo. Nos quejamos, obviamente, porque Barcelona tiene destinado un presupuesto muy alto para la perrera, pero en qué se usa ese dinero es un misterio.
Reclamamos calefacción para nuestros pequeñines, unas escaleras para subir a la zona de las jaulas que no estén ni oxidadas ni sean peligrosas, mantas para calentarles por la noche, que no se les riegue con la manguera, que tengamos correas y collares para poder pasearles, que tengamos shampoo para poder lavarles, que se les cubra el techo de las jaulas para que no se mojen cuando llueva, y unas cuantas cosas más. con la única intención de que puedan tener una vida digna y menos deprimente y dura en espera de una segunda oportunidad que algunas veces nunca llega."
Pero lo que acabamos de leer desafortunadamente no es un caso aislado, hay muchos gatos y muchos perros que serán sacrificados si nadie los salva. Estamos en tiempo de Navidad, ¿no os gustaría escribir vuestro particular cuento navideño con final feliz?
No es difícil, basta con querer.

CUENTO DE NAVIDAD EN LA PERRERA
Copyright 2009 Estrella Cardona Gamio

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