viernes, 2 de octubre de 2009

Las cifras mordidas por la realidad

Las cifras pueden ser engañosas en manos de quien estén. Las estadísticas pueden ser usadas perversamente como el arte de manipular la realidad. La opulencia de alguien con 6.000 euros de sueldo frente a otro que carece totalmente de salario puede representarse como dos unidades de cobro de 3.000 euros cada uno. En el CAAC hace falta voluntarios aunque las cifras infladas, sin duda, puedan justificar a los que las muestran un trabajo que no realizan o lo realizan mal.
Si un perro no sale un día, o varios, esa es una realidad que sólo conocen los perros (que de momento no hablan... de modo que les podamos entender) o algunos de los voluntarios que acuden a diario y a dedicación plena a la perrera abarrotada. No sólo la lluvia o el poco atractivo de la instalaciones y del técnico del programa de voluntarios, la inaccesibilidad horaria y de transporte no colaboran a garantizar un mínimo paseo a los casi 180 canes recluidos en el lugar.
No todos los voluntarios pueden o quieren dedicarse por completo a los animales y hacen visitas puntuales y breves que se contabilizan en la misma categoría que otras personas mucho más entregadas. Los voluntarios que conocen las instalaciones y a sus habitantes caninos no pueden evitar establecer lazos de afecto hacia los segundos, y muchas veces embargadas por la pena de la larga condena que estos sufren se extenúan y emocionan viendo que por cortos que sean los paseos que les dan no llegan a sacar a todos los perros.
Es posible que un día (sin alteraciones meteorológicas mediante) queden decenas de animales sin salir que ven sus 23'30 horas mínimas diarias prolongadas otro tanto como mínimo. Es decir unas 47 horas continuas en un espacio reducido, muchas horas sucio, húmedo y sin compañía ni calor humano.
Un problema especialmente sangrante de insuficiencia de voluntarios es el que sufren los GPP. Los perros potencialmente peligrosos, aquellos que requieren de un paseador con licencia, seguro y elementos preventivos de contención, no tienen más que a un minúsculo grupo de voluntarios acreditados. Los admirables hombres y mujeres que poseen la licencia y la capacidad de pasear GPP están desbordados y extenuados. Ellos merecerían una compensación económica (por escasa que fuese) que garantice su disponibilidad y el aumento de personas disponibles.
En el escrupuloso seguimiento de la vieja ley de la oferta y la demanda, debe ofrecerse algo a los que pasean GPP (superan las dos docenas de ejemplares estables en el CAAC) para poder cubrir la demanda de atención mínima necesaria. Muchos no querrían ninguna cantidad como durante muchos años no han reclamado el reembolso de la cantidad abonada para la obtención de la licencia. De hecho ninguno ha obtenido un euro, para recuperar el gasto que le supone dar éste servicio a la comunidad, con lo que se vulnera el acuerdo de colaboración firmado por voluntarios y miembros de l'ASPB.
Los días laborables, y los festivos muy soleados o lluviosos, faltan voluntarios para los GPP y para los demás, y eso parece que tampoco importa. El programa del voluntariado es un fracaso algo público y notorio para cualquiera que mire tras la cortina de humo desplegada por el técnico.

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